Los protagonistas son Dafne y a Apolo. Todo empieza cuando Apolo se burla de Eros metiéndose con su puntería al disparar flechas, y él como venganza, lanza dos: una con la punta dorada (la que hace que las personas se enamoren), que se clava en el mismo corazón de Apolo; la otra con la punta de plomo, (que hace que las personas rechacen el amor), que se clavó en el corazón de Dafne. Apolo, perdidamente enamorado de Dafne, la persigue por el bosque, pero ésta, movida a causa de la flecha de plomo, le rechaza y reza al dios Peneo para que la metamorfosee, y de esta manera librarse de su cuerpo. Así es como acaba convertida en laurel, y Apolo, entristecido, hace de éste su árbol representativo.
Narciso:
Ovidio cuenta que un día la ninfa Eco se enamoró de Narciso debido a su belleza. Al tratar de hablar con él, descubrió que tan solo era capaz de repetir la última palabra que salía por la boca del joven. Narciso, irritado, cuando Eco se dejó ver y fue hacia él, la despreció sin compasión. Entonces Eco se retiró a un lugar escondido del bosque donde, entre lamentos, poco a poco fue dejando de comer hasta que tan solo quedó de su cuerpo su voz amarga, repitiendo la última palabra de lo que se oía en el bosque. Por otra parte, Némesis escuchó las súplicas de las ninfas y doncellas para que Narciso sintiese lo mismo que ellas con sus ofensas. Así, hizo que el joven se enamorase de su propio rostro reflejado en una fuente a la que acudió tras una cacería. Al ver que no podía alcanzar la imagen pues cada vez que trataba de tocarla desaparecía, permaneció durante mucho tiempo inmóvil contemplándola. Así fue hasta que Narciso murió y en su lugar apareció una flor blanca y morada, a la que se le dio su nombre.
Orfeo:
Orfeo estaba desposado con la Ninfa Eurídice, de quien estaba profundamente enamorado.
Un día en el que ella estaba paseando por la orilla de un río, se encontró con el pastor Aristeo. Cautivado por su belleza, Aristeo se enamoró de ella y la persiguió por el campo.
Eurídice trató de escapar, pero mientras corría tropezó con una serpiente, que la mordió con su letal veneno. Abatido por su pérdida, Orfeo decidió viajar a los infiernos (de los que ningún mortal habría retornado jamás), para lograr que le fuera devuelta su esposa.
A Perséfone (Proserpina), reina del mundo subterráneo, le conmovió tanto su pena, que accedió a conceder su deseo a cambio de que no mirase a Eurídice en el camino de vuelta a la luz. Pero a medida que se acercaba el final de su viaje, Orfeo no pudo evitar mirar hacia atrás para comprobar que su amada seguía todvía junto a él. Al mirarla , ella se desvaneció ante su ojos y la perdió para siempre. Orfeo nunca se recuperó y vivió con ese sufrimiento por el resto de sus días.
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